A História antiga se mescla com a moderna neste artigo muito bem escrito. A Rainha Beatriz da Holanda irá abdicar da Coroa e indicará seu filho Guilherme como herdeiro. Ele é casado com a argentina Máxima que será a nova Rainha da Holanda. Lá não há coroação dos Reis devido a uma tradição iniciada por Guilherme I, mas Guilherme e Máxima serão entronizados. Outra característica interessante: não são convidados reis e rainhas atualmente reinantes, mas os príncipes herdeiros ou na impossibilidade de participar, o próximo da linhagem hereditária.
Así será la “coronación” de Guillermo y Máxima como Reyes de Holanda
Una Carroza de Oro (que no es de oro), la Iglesia Nueva (que no es nueva), un manto de armiño (que no es legítimo) y una corona de hojalata serán las postales que darán la vuelta al mundo el próximo 30 de abril, cuando Máxima Zorreguieta, la argentina casada con el príncipe holandés Guillermo Alejandro, se convierta en Reina de Holanda. Como por arte de magia.
CORONADOS NO, INVESTIDOS SÍ
Pero la palabra “coronación” no se usa en Holanda a menos que sea en términos muy generalizados. En Inglaterra el rey es entronizado, ungido, coronado y proclamado en medio de una ceremonia grandiosísima en la abadía de Westminster. En España, el rey presta juramento y luego asiste a un Te Deum donde se ruega por su reinado. En otras naciones, basta con que el nuevo monarca dé una declaración oficial, un discurso, preste juramento de fidelidad a la Constitución de su país.
En Holanda, el rey no es coronado, sino investido del poder real. La Constitución determina que, al comenzar a ejercer la función, tiene que prestar juramento cuanto antes y ser investido en una asamblea extraordinaria de los Estados Generales: el Congreso y el Senado, en una costumbre que se remonta a la Edad Media, cuando los derechos principescos en los Países Bajos eran ejercidos por condes, duques y obispos.
Al asumir su función, realizaban una extensa gira a lo largo de distintas poblaciones de sus dominios y las autoridades de locales de estas ciudades investían al nuevo gobernante. El primer Rey de Holanda, Guillermo I, se inspiró en aquellas viejas tradiciones para organizar lo que fue su ceremonia de investidura, en la Iglesia Nueva (Nieuwe Kerk) de Ámsterdam.
La razón histórica de que no sean coronados los reyes neerlandeses es, a un tiempo, sutil y muy simple, y se inicia en 1815, cuando Bélgica fue incorporada al reino de los Orange-Nassau. Eran dos comunidades claramente diferenciadas en el terreno religioso: Holanda, calvinista. Bélgica, católica.
Lo tradicional entre los pueblos católicos era la coronación, oficiado por un ministro de la Iglesia en representación del sumo pontifica, pero este tipo de consagración real resultaba de todo punto inaceptable para los protestantes, por lo que, ante tal dilema, Guillermo I optó por un compromiso que dejó contentos a unos y a otros: la coronación (Kroning) se convertiría en “inauguración” de un reinado, y a partir de ese entonces la liturgia de ese solemne acontecimiento no ha cambiado en Holanda.
El impresionante “Palacio del Dam”La realeza holandesa es protestante, calvinista, desde siempre, pero en 1980, durante la entronización de Beatriz, curiosamente mientras los miembros del Parlamento entraban en el templo un coro cantó la “Misa de coronación” de Mozart, compuesta en 1779 para la coronación canónica de una imagen de la Virgen María.
Ahora, a poco de cumplirse los 200 años de la instauración de la Casa de Orange, por primera vez una mujer católica se sentará en el trono de un país que, a partir del siglo XVI, se vio envuelto en terribles e inacabables guerras de religión sostenidas entre católicos y calvinistas.
El primero de los escenarios será el bellísimo Palacio Real (Koninklijk Paleis), o Palacio del Dam, construido a mediados del siglo XVII, concretamente en 1665, por el arquitecto Jacob van Campen, en la plaza medieval del Dam, hoy en el corazón de Ámsterdam. Fue sede del ayuntamiento hasta que Luis Bonaparte -hermano de Napoleón- se instaló allí como rey, en 1808, y muy pocos años después se convirtió en la residencia oficial de la flamante Casa de Orange.
Ahora en el palacio no vive nadie, pero sirve como magnífico escenario de las mayores celebraciones de la monarquía holandesa, banquetes de gala, recepciones oficiales, simposios musicales, actividades culturales, y exposiciones; sirve además como residencia de los jefes de Estado extranjeros que visitan Holanda, y en 2002 fue el marco perfecto de las galas que tuvieron lugar con motivo de la boda del príncipe Guillermo Alejandro con Máxima.
LA FIRMA DE LAS ACTAS DE ABDICACIÓN
El día de la investidura, temprano en la mañana, la Reina Beatriz y los príncipes se dirigirán al Salón de los Corregidores, del Palacio Real de Ámsterdam, ante una gran mesa en la que estarán ubicados los miembros más preponderantes del Gobierno, y los presidentes de las dos cámaras legislativas.
Ante todos ellos ejerciendo como notarios, la Reina Beatriz firmará el Acta de Abdicación en un momento solemne que será transmitido por radio, televisión e Internet.Una hora más tarde, y luego de que los testigos hubieran firmado las actas, Beatriz, Guillermo Alejandro y Máxima, con sus hijas, saldrán al balcón principal del Palacio Real.
A través de unos micrófonos conectados a altoparlantes distribuidos en los alrededores del palacio, la reina anunciará que ha abdicado al trono y presentará oficialmente a Guillermo Alejandro como el nuevo Rey de los Países Bajos. Y, como es tradición, corresponderá luego a Guillermo Alejandro dar las gracias a su madre y anunciar que acepta la misión. Desde ese instante el príncipe y la princesa serán Guillermo IV, rey de Holanda, y la reina Máxima.
INVITADOS DE TODO EL MUNDO
La tradición establece que ningún rey o reina extranjero debe asistir a la ceremonia de entronización del nuevo rey holandés, por lo que las casas reales del mundo deben estar representadas por los príncipes herederos o, en su defecto, por los siguientes en orden de jerarquía.
La ascensión al trono de Beatriz, en 1980, congregó a varios futuros monarcas, entre ellos Carlos de Inglaterra, Alberto de Mónaco, Alberto de Bélgica, Hans Adam de Liechtenstein, Enrique de Luxemburgo y Harald de Noruega.
Una o dos horas más tarde, todos los invitados comenzarán a congregarse ya en la Iglesia Nueva, ubicada ante la fachada norte del Palacio Real. Los invitados de la realeza saldrán, junto a los miembros de la familia real holandesa, por la puerta principal del palacio y, por un pasillo techado, caminarán unos 100 metros hasta la entrada sur de la iglesia.
La Nieuwe Kerk, sitio de grandes solemnidades Hoy la Nieuwe Kerk es una iglesia en la que no se celebran oficios religiosos, sirviendo especialmente como galería de arte y centro de exposiciones. En las últimas décadas, solo fue testigo silencioso de la boda de Guillermo y Máxima. Situada en una esquina de la Plaza del Dam, fue construida en el siglo XIV, antes de que los Países Bajos alcanzaran el esplendor propio de la potencia mundial en que un día se convertirían.
De ahí que, a pesar de que se trata de un templo gótico, carezca de la clásica torre o aguja que caracteriza este estilo arquitectónico, y no lo tiene porque en aquellos tiempos Ámsterdam era una ciudad pequeña, y en un momento el presupuesto se acabó. Tres siglos más tarde se intentó coronarla con una torre y un campanario diseñado por Jacob van Campen, arquitecto del vecino palacio, pero las obras se derrumbaron antes de ser finalizadas, y así quedó la iglesia.
UNA CAPA REAL FALSA
La ceremonia de entronización no es muy extensa. Tras la llegada de la reina Beatriz a la iglesia, el nuevo rey (del brazo de la nueva reina) saldrá del Palacio y caminará hasta la iglesia siguiendo el mismo trayecto que hicieron los invitados de mayor rango.
Vistiendo uniforme militar de gala, luciendo todas sus medallas y condecoraciones, y la banda de la Orden de Guillermo, el príncipe ya rey portará el Manto Real, una pieza infaltable en la “coronación” holandesa, y sobre la que ronda una historia realmente increíble.
En 1948, la entonces princesa heredera Juliana (abuela de Guillermo Alejandro) encargó al carismático y atractivo modista suizo Erwin Dolder el diseño del traje de su coronación. Al parecer, Dolder no consideró aceptable que su elegante vestido fuera completado con “un trozo de tela de terciopelo viejo” y le fabricó un manto nuevo en terciopelo rojo al que cosió los 83 leones bordados en oro procedentes del original.
Después de la ceremonia, el manto fue celosamente guardado sin que nadie se percatara del trueque. El gran vividor que era Dolder tuvo que marcharse de Holanda en 1956, acosado por grandes deudas y se cuenta que, en los años sesenta, poco antes de su muerte, se dejaba ver a menudo envuelto en una flamante capa de terciopelo roja. Nadie sabe dónde ha ido a parar y en su futura coronación Guillermo IV no lucirá más que una burda imitación.
ASÍ SERÁ LA CEREMONIA
Por unas horas, nada más, la cálida y simpática Holanda hará gala de sus pompas y ceremonias más tradicionales. La emoción familiar tampoco faltará a la cita. Guillermo y Máxima ingresarán al templo a los sones del himno nacional neerlandés, Het Wilhelmus, y se situarán en el mismo sitio donde, en 2002, se realizó su homilía nupcial, pero ante ellos no estará el obispo, sino una mesita pequeña donde habrán de ser colocadas las insignias de la Corona, los símbolos del poder y la dignidad real: la Corona, el Cetro, la Orbe, la Espada y el Estandarte reales, todos mandados a fabricar en 1840 por el rey Guillermo II.
La ceremonia dará comienzo con un discurso del rey Guillermo, pronunciado ante los miles de asistentes en la iglesia, entre los cuales estarán el primer ministro holandés, miembros de la realeza mundial, presidentes y primeros ministros extranjeros, miembros del Cuerpo Diplomático, ministros, secretarios y el Parlamento holandés en pleno.
Acto seguido, ante un ejemplar de la Constitución, el rey deberá pronunciar el juramento estipulado por la ley:
“Juro defender y guardar con todas mis fuerzas la independencia y el territorio del Estado, proteger la libertad y los derechos generales y particulares de todos mis súbditos y emplear todos los medios que las leyes pongan a mi alcance para el mantenimiento y fomento de la prosperidad general y particular, tal y como viene obligado a hacer un buen rey. Que Dios me ayude”.
Terminado el juramento, los 225 miembros de las Cámaras Alta (Eerste kamer) y Baja (Tweede Kamer) del Parlamento prestarán juramento de fidelidad al rey, según sus convicciones religiosas, pronunciando la frase:
“Lo recibimos y le tributamos homenaje, en nombre del Pueblo Neerlandés y en virtud de la Constitución, como Rey. Juramos mantener su inmunidad y los derechos de su Corona. Juramos hacer todo lo que sea deber de unos buenos y leales Estados Generales. ¡Que Dios nos ayude!”.
A partir de ese entonces, Guillermo Alejandro de Orange será el cuarto “Rey de los Países Bajos”. Su nombre será invocado en los documentos oficiales del país como “Guillermo Alejandro IV, por la Gracia de Dios, Rey de los Países Bajos, Príncipe de Orange-Nassau, etc., etc., etc…”, etcéteras que dan a entender que un sinnúmero de títulos utilizados antiguamente por los monarcas de la Casa de Orange y reasumidos por primera vez con Guillermo I, en 1813.
Al término, el presidente de las Cámaras dará el tradicional grito “¡Viva el Rey!” que deberá ser repetido tres veces por los parlamentarios y miembros del Gobierno. Repicando las campanas de las iglesias de todo el reino, y retumbando los hurras y vítores en las gargantas de los holandeses, el príncipe ya será el primer rey holandés desde 1890. Su esposa, la primera mujer sudamericana y argentina en ser entronizada reina de una nación europea.
ÁMSTERDAM EN ALERTA
El dispositivo de seguridad que se montará en torno a la familia reinante y a las personalidades extranjeras será, sin dudas, impresionante, como lo fue a principios de 2002 la boda de los futuros reyes, a sólo meses de los atentados que bañaron en sangre a Nueva York y Washington, el 11 de septiembre de 2001.
Aparte de la Guardia Real (“Marechausee”), la Caballería Real y la policía motorizada, tropas de elite -helicópteros, francotiradores, agentes civiles y perros adiestrados- se entrenarán a fondo para repeler cualquier intentona terrorista, así como cualquier acto de violencia o vandalismo como los que se vivieron en 1980 en la entronización de Beatriz.
Aquel día, cientos de opositores al Gobierno y la Monarquía se habían propuesto boicotear la ceremonia protestando ante la escasez de viviendas: “¡Más viviendas y no tantas coronaciones!”, era el lema escogido, en tanto que las inscripciones aparecidas varios días antes de aquel 30 de abril de 1980 rezaban: “Trix no es nadie en absoluto”, en referencia a la nueva reina.
Hubo bombas lacrimógenas, cuando Juliana apareció en el balcón del palacio, que hicieron llorar a los militares provistos de cascos, helicópteros de la policía cuyo zumbido enmudecía a las campanas de las iglesias, y humaredas negras provenientes de los automóviles incendiados que impedían ver el paso de la Carroza de Oro.
LA CARROZA QUE INSPIRÓ A WALT DISNEY
Este carruaje, tirado por ocho caballos, en el que los flamantes reyes darán su primer viaje por Ámsterdam (custodiada por soldados de los tres Ejércitos), es la gran joya de la corona, y remonta su origen a septiembre de 1898, cuando la joven reina Guillermina (bisabuela de Guillermo) la recibió, con motivo de su investidura, como regalo de parte de la nación, una idea surgida en un grupo de vecinos de un barrio obrero de Ámsterdam que se hacían llamar “Los Amigos de la Casa de Orange”, y que fue aceptada con entusiasmo por el resto de los ciudadanos, deseosos de ofrecer a su soberana un obsequio el día de su coronación.
Aunque la princesa Guillermina había manifestado de antemano su negativa a aceptar presentes por tal ocasión, los numerosos telegramas y cartas recibidos en los días precedentes le hicieron cambiar finalmente de idea, y de esta forma, el día posterior al acto, el 7 de septiembre de 1898, la ya Reina de los Países Bajos fue obsequiada con el espectacular carruaje.
A pesar de llamarse “Carroza de oro”, no es éste el material con el que se fabricó el majestuoso coche, sino con madera de teca javanesa cubierta de hojuela de oro. El lino, cuero y marfil empleados también en su construcción, llegaron de diversas partes del reino y de sus territorios de ultramar.
El estilo del carruaje es puramente renacentista, rico en ornamentación y simbolismo. Las plantas, animales y emblemas antiguos que decoran el vehículo son una representación alegórica de los buenos deseos y bendiciones que deseaban las gentes holandesas a su reina.
Cada dibujo lleva consigo un mensaje. Así, los soles que adornan las ruedas hacen referencia a la monarquía ilustre y benévola, los perros y búhos de las manijas y las bisagras significan lealtad y vigilancia. La tapicería del interior de la carroza está bordada enteramente a mano. Quince millones de puntadas se dieron para la elaboración de los tulipanes, jacintos, figuras y animales.
Llegados al palacio del Dam, y dispuestos a saludar desde el balcón a los holandeses reunidos en la plaza, y a ser anfitriones de los invitados extranjeros, Guillermo IV y Máxima concluirán así un día que sin duda será una jornada carga de emociones.
Para la Casa de Orange, para Holanda y para los miles que estaremos mirando por televisión y siguiendo por Internet, los pormenores del acontecimiento. Y es que, a través de los siglos, la celebración de una boda, una coronación o un funeral en el seno de una Familia Real siempre han conseguido paralizar, sin excepción, y aunque sólo fuera por un instante, al mundo entero.
Por DARÍO SILVA D’ANDREA